¿CREE USTED QUE HAY ESPERANZA?

Habacuc 1:2-4 dice: ¿Hasta cuándo,   oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti  a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué  me haces  ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia. 

            Vivimos en un mundo con incontables ventajas tecnológicas; usted puede dar un vistazo a su alrededor y se da cuenta que todo el mundo camina conectado con diversos medios de comunicación… estamos llegando al punto para que se cumplan aquellas palabras que leemos en la Biblia, que dice: “Y TODO OJO LE VERA”.  Pero lo que quiero enfocar esta vez, es que, a pesar de tanta tecnología, ¿por qué tanta gente lucha con sentimientos de desesperanza? Con mucha frecuencia nosotros no nos damos cuenta de que muchos de los que nos rodean luchan con sentimientos de duda y temor. Se preguntan si hay alguna esperanza para el futuro. Y la respuesta a su clamor es: ¡Sí! Sí, ¡Claro que hay esperanza!

            ¡Hay esperanza para hoy!, y hay esperanza para mañana porque Cristo Vive y porque es un Dios de esperanza. Él no nos ha abandonado, tiene un plan para nuestras vidas y está empeñado en que triunfemos en toda prueba y angustia.

            Los que anduvieron día tras día con el Señor Jesucristo adquirieron un sentido eterno de esperanza debido a que podían percibir que Él fue enviado por Dios.  Por consiguiente, ellos confiaron sus vidas en sus manos. Ellos presenciaron cómo Él tendía la mano a los que le rodeaban.  No tuvo temor de tocar a los enfermos, a los desalentados ni a los que estaban atrapados en el pecado.

            Su misión fue sin dobleces y provenía de Dios.  Vino a la tierra a sanar a los enfermos, a sanar a los quebrantados de corazón y a liberar a los cautivos del pecado.  En realidad, los problemas y los dolores que la gente confrontaba en tiempos de Cristo no eran distintos a las luchas que confrontamos en la actualidad.  El escenario era distinto, pero los sentimientos de soledad, rechazo y frustración, eran tan reales como ahora.

            Tantos milagros hizo nuestro Señor Jesucristo, pero el mayor de todos fue el milagro de la Resurrección.  Este fue la confirmación final de parte de Dios de su intención eterna para la humanidad, y la evidencia de su gracia derramada hacia todos los que se acercan a Él.

            Antes de su muerte, el Señor dijo a sus seguidores: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.  Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”  (Juan 14:18-19).

            La tumba vacía es la fuente de nuestra esperanza.  Y al cerrar los ojos y pensar por un momento en lo que habrá sido para Pedro, María y Juan entrar a ella en aquella mañana de Resurrección y no encontrar más que lienzos doblados, nos acordamos una vez más que el Señor Jesús no está muerto.  ¡Él ha Resucitado! y, por lo tanto, NOSOTROS TENEMOS ESPERANZA ETERNA.  BENDITO SEA EL NOMBRE DE DIOS!

¡Que Dios les Bendiga ricamente!, es mi oración;

Hno. Antulio Meneses

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