“La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna… porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”. [Apocalipsis 21:23]
Los primeros años de mi infancia los viví en un lugarcito pequeñito, muy querido y recordado que carecía de electricidad. Por las noches era necesario el uso de diferentes artefactos para obtener la muy preciada iluminación. Utilizando candelas, quinqués y lámparas de gas, la gente lograba alumbrar las áreas más habitadas de sus viviendas. Algunas familias tenían acceso a lámparas más sofisticadas, utilizando lámparas de gas a presión que producían una luz más brillante, que llamaban la atención.
Hoy en día, vivo en una casa donde hay energía eléctrica, y tenemos varias lámparas en diferentes partes de la casa, las cuales deben estar conectadas en la electricidad para que nos alumbren. Cuando entra la noche, y las densas tinieblas comienzan a cubrir la casa, procedemos a conectar las lámparas para que nos den la luz que necesitamos.
Como esas lámparas en mi casa, así es Cristo en nuestras vidas. No basta con tenerlas dentro, es necesario que las conectemos para que nos alumbren.
Yo tengo a Cristo en mi corazón, pero si no me “conecto” a Él todos los días, no podré ver su luz, aunque sé que está ahí. Tengo que conectarme a Él, hablar con Él, estar con Él a solas, adorarle, tomar un baño de su luz diariamente como tomamos un baño de sol, de tal manera que nos acostumbremos a su luz admirable y poder reconocer cualquier falsificación.
Cuando estamos pasando por tiempos difíciles, anhelamos que llegue el momento en que la presión desaparezca, la preocupación nos deje, la sanidad se manifieste, la tristeza se aleje y el dolor se quite.
“Siempre buscamos al Señor para que quite de nosotros el malestar que sentimos. Pero Él quiere que sepamos que mientras esperamos que se den estos cambios, su luz siempre está ahí, alumbrando nuestras tinieblas”.
No importa cuán negras parezcan las circunstancias de nuestra vida, si andamos con el Señor, si El mora en nosotros, encontraremos abundante luz en el lugar donde estemos. Nunca nos hará falta luz, porque la Fuente de Luz verdadera y eterna mora en nosotros.
El Apóstol Pedro nos dice: “HUMILLAOS, PUES, BAJO LA PODEROSA MANO DE DIOS, PARA QUE ÉL OS EXALTE CUANDO FUERE TIEMPO; ECHANDO TODA VUESTRA ANSIEDAD SOBRE ÉL, PORQUE ÉL TIENE CUIDADO DE VOSOTROS”. (1 Pedro 5:6-7)
Dios los bendiga poderosamente;
Su hermano Antulio.